Juan 17,2
La palabra de Dios tiene un rostro concreto: “Cristo”, él es alguien que se nos revela, que se nos da a conocer de una forma muy personal y particular a cada uno.
La palabra de Dios tiene un rostro concreto: “Cristo”, él es alguien que se nos revela, que se nos da a conocer de una forma muy personal y particular a cada uno.
Es desde encuentro con la palabra, que nuestra vida va entrando en una dinámica de transformación de nuestro ser. Es en este diálogo afectuoso, cercano, confiado, donde nuestra vida va encontrando sus cimientos, su sentido, su principio y fundamento, que nos impulsa a vivir de una manera diferente, con relación a nosotros, los otros y el mundo. La vivencia de la fe nos regala vivir lo humano con trascendencia, sentido, creyendo y sintiendo que los cimientos de nuestra vida están en Cristo y que él nos regala todo lo que nuestra vida necesita para ser felices y plenos.
“Pues tú has dado a tu hijo autoridad sobre todo hombre, para dar vida eterna a todos los que le diste” (Jn 17,2)
Dios nos ha bendecido con toda clase de bendiciones por ser sus hijos muy queridos, porque así lo ha deseado, y uno de los regalos más grandes que nos ha podido dar es: “La vida eterna”.
“Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien tú enviaste” (Jn 17,3).
El regalo de la vida eterna, que lo podemos vivir desde ahora, es la capacidad que Dios ha puesto en todo hombre de conocerle, de poder dialogar cara a cara con él, como lo hace un hombre con su amigo. A esto estamos llamados todos.
Para mí en este tiempo ha sido muy bonito descubrir y experimentar que la palabra, Cristo, se hace presente en medio de lo que vivimos, a través del rostro y acogida de los otros, a través de los acontecimientos cotidianos, a través de los propios sentimientos y deseos más profundos, es decir, a través de la vida misma Dios se hace palabra, explícita e implícita, y constantemente nos está invitando al encuentro, a tener la luz de la lámpara de nuestra vida en espera, atentos para encontrarle en medio de nuestra vida.
Margarita Rodriguez
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