PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

miércoles, 1 de julio de 2009

La oración, medio de comunión con el Padre



En nuestra búsqueda, siempre in­conclusa, del Padre, Jesús nos enseña a orar y nos toca como a los discípulos decirle: Señor, enséñanos a orar así como Juan ense­ñó a sus discípulos. El les dijo: Cuando oren digan: Padre..." (Lc 11,1-2).

Porque tú eres, Jesús, hombre de oración y modelo de tu amistad con el Padre, y con el hermano. Como discípulos nos unifica un mismo deseo: Aprender a orar como Tú. Enséñanos este medio de comunión fi­li­al y fraterna.

¿Quién es Dios? ¿Quién soy yo? En tu oración con el Padre, Tú respondes a estas preguntas que todos nos hacemos. Tu vida entera transcurre con aquel en quien puedes apoyar del todo tu exis­tencia, con el Padre cuyas pala­bras, revelan tu identidad: "Tú eres mi Hijo, el amado; tú eres mi Elegido" (Lc 3,22).

Pero son muchísimos todavía los hijos que no han escuchado la voz del Padre diciéndoles: Hijo, ¿por qué vives solo? ¡Cuánto tiempo he esperado para oír tu voz! Hijo, te tengo siempre en mente, está grabado tu nombre en mi palma y no te puedo olvidar (Is 49,16). Y por mucho que vas bus­can­do, aún negando que soy tu Padre, tú siempre eres hijo para mí.

A muchísimos el Padre no puede decir: Hijo, te he visto sin sentido, viviendo un vacío total, mendi­gando amor (Lc 15,11-32). Hijo, no puedes ser tan ciego, y olvidar que eres precioso para mí, hasta dar por ti mi vida. Tan solo quiero que en tu corazón me reco­noz­cas como Padre; tan solo quiero oír de tus labios una palabra: Padre.

¿Aprendo en la oración a decir Padre, y a saberme hijo?
¿Quién es la gente, desde Ti, Jesús? Son hermanos de los que no se puede prescindir en el diálogo de un hijo con el Padre.

Tu oración, Jesús, no tiene ni el más míni­mo tinte de evasión, de fuga de la realidad, ni de huída de los conflictos. Todo lo contrario. El contacto directo con el Padre de los huér­fanos y defensor de las viudas (Sal 68,6), te impulsa a adoptar en tu vi­da las mismas ac­titudes paternas de mi­se­ricordia, bondad, ternura, compren­sión y pro­fundo espíritu de fra­ter­ni­dad.

Tu oración fue el medio para des­pertar en Ti mismo y en el mundo la inquietud de volver al plan que Dios pensó, viendo en el otro un hermano y en Dios un Padre. Tú encontraste un mundo roto y di­vi­di­do como el nuestro y una incul­tura que ahonda sus pilares en la despiadada e insaciable sed de ri­quezas, honores y placeres. Pero fuiste sembrando la civiliza­ción del amor.

Tú oraste y nos enseñaste a decir en la oración: Venga tu Reino. Esta súplica es el deseo de un mundo nuevo cuya ley es el Amor, una cultura nueva, cuyo credo es el amor, una imagen nueva, cuya moda es el amor, unos hombres nuevos cuya fuerza es el Amor.

Algunos, Señor, empiezan ya a gozar de este mundo nuevo:"El Reino de los cielos es semejante a un tesoro es­condido en un campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a escon­der y por la ale­gría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo (Mt 13,44).

"Vi­viremos el Reino como lo único abso­luto y necesario, y lo procla­maremos gratuitamente a tiem­po y a destiem­po, con la vida y con la Palabra “ (2 Tim 4,2).
Acogeremos así, el mandato de Jesús a todos los hombres:" Bus­quen primero el Reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se les darán por añadidura" (Mt 6,33)
¿Por qué buscamos más las añadiduras que el Reino? ¿Oramos como Tú, Je­sús, nos enseñaste a orar?

Madre querida, templo y Sagrario de la Palabra, enséñanos a permanecer unidos al Padre y llevarle a todos los hermanos a la Casa Paterna, donde hay calor y compañía.

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