PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

lunes, 20 de julio de 2009

Hijo déjame escuchar tu voz


Prov 23,26; Ez 11,19; Ct 2,14; Dt 6,4


Pongámonos en ambiente de escucha que el Señor quiere hablarnos para abrirnos su corazón y aprendamos a hacer lo mismo, porque qué feo, que una persona hable y la otra persona esté ocupada, o con la mente en otra parte, solo hablándose así misma y todo lo que pasa a su alrededor lo ignora, eso nos pasa en este trajín en el que andamos, andamos en todo y nada.

Por eso lo primero es planear la cita con Dios Padre y dedicarle exclusivamente ese tiempo, y que bonito sería que nuestro tiempo el primero, nuestra primera cita sea con el Padre, que él sea nuestro universo, que sea el primer aliento en la mañana y la luz en nuestro corazón, para darle cada uno de mis pensamiento y toda nuestra atención sea Él.

El papá sabe todo lo que te espera en el día y por lo tanto te ayudará a organizar tu tiempo, lo que tienes que hacer y al final del día podrás agradecer, que habiéndole dedicado un tiempo en la mañana, has podido hacer todo o más de lo que tú querías.

Es cuestión de fe, por ello el Papá ni bien te levantes y aún en vela te ruega: Prov 23,26 Hijo mío, préstame atención y acepta de buena gana mis caminos.

Cuando nos hablas, Padre a través de Jesús, su Palabra se deja sentir en nuestro interior y en tu Palabra se percibe un corazón, un Amor que tiene una preo­cupación: que Tú mismo quieres infundirnos tu Espíritu, para lograr que nosotros te entreguemos nuestro corazón . ¡Qué diferencia, Señor! Cuando te hablo, Señor, te ha­blo sobre todo de mi yo, pero es tu Palabra la que me arranca de mi cascarón y me dejas salir a verte en mi interior.

Así te descubro presente, te per­cibo haciéndome cada vez más uno con tu Amor desde dentro, desde el fondo de la conciencia, ahí donde tú, incansablemente, sigues tendiendo la­zos y nos envuelves en tus Palabras como brazos de amor y aprendo a hacer oración, cuando en lo secreto te pregunto por la vida y el amor, por el hombre y su destino, te interrogo sobre nuestro identidad y origen, te cuestiono sobre el bien y el mal, sobre nuestro corazón... y a todo me respon­des:

Ez 11, 19 Yo les daré otro corazón y pondré dentro de ellos un espíritu nuevo: arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,

Para saber cuál es tu proyecto de Amor sobre la humani­dad, Padre, es que todos formemos tu Reino de Amor y unidad, de justicia y de paz en que todos tengamos lugar de hijos queridos junto al Hijo querido de tus entrañas y necesito desentrañar con­tigo, la imagen auténtica de cada hombre, la que tú ves, no la que mis ojos, mi sen­sibilidad perciben, para aprender a mirarles con tu Amor y hacerlos míos como son tuyos (Jn 17,10).

Quiero escucharte Padre para que le des respuestas a mis pobres preguntas de hombre, creatura tan limi­tada, pero con un remolino de infinito en mi in­terior. Padre, si tú eres Dios Amor, no pueden quedar mis preguntas en el vacío de la sin razón (Job 33,31-33), en el callejón sin salida de la duda, en el absurdo de mi propio yo. Mi oración, Pa­dre, unas veces es un pesado caminar con todas mis y nuestras situaciones, dolores, pesares y su­frimien­tos, hacia ti, Señor, en busca de alivio y descanso para nuestros pasos, sentido e identi­dad


Ct 2, 14 Paloma mía, que anidas 14 en las grietas de las rocas, 14 en lugares escarpados, 14 muéstrame tu rostro, 14 déjame oír tu voz; 14 porque tu voz es suave 14 y es hermoso tu semblante”.

Señor, necesitamos tu Palabra que cada día reorienta los pasos, que hace de crisol en tanta mezcla que se nos pega. Necesitamos po­der responder a ese Amor con que nos rodeas, porque después de tanto recibir ¿qué destino le damos a tanta fuerza de Vida, a tanta fecundi­dad en semilla?
¿Quién me habla como tú? ¿Quién res­ponde a esas preguntas con tanta proyección? ¿Quién se atreve a ver en mí tanto amor? Sólo tú, que has decidido estar en mi corazón, te haces mi interlocutor en todo mo­mento, hasta cuando de mí no sale sino confusión, queja y dolor. Quiero dejarte escucharte dentro, donde tu voz despierta en nosotros el an­sia de amor infinito, de gozo pleno, de vida sin límite ni sombra de muerte.


Dt 6,Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.

No hay nada más desintegrador en la vida que querer atender a dos señores, aprender de dos maestros y seguir a la vez un tratamiento de dos médicos distintos y opuestos (Mt 6,24-34).
Evidentemente, hay combinaciones que son incompatibles. Y en el pensamiento de Jesús hay modos de pensar que son irreconciliables.
La incompatibilidad entre pensar como Dios y pensar como el mundo (Is 55,8-12), implica una sincera revisión de los maestros que inspiran nuestros pensamientos y que no podemos ignorarlos y por su culpa, será desprestigiado el camino de la verdad. No podemos quedarnos como niños en nuestro modo de pensar (1Co 14,20). Es precisa una sincera renovación: "No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente" (Rm 12,2).

Cuando el Señor se adueña de nuestra mente, de nuestro corazón y de todas nuestras fuerzas nos va llevando a un estado de sintonía con El y con su modo de pensar, y sus palabras se van convirtiendo en nuestra emisora favorita en la que a todas horas se transmiten impulsos para una cultura de Vida.
Sintonizar con el Maestro es fácil en la medida que vamos haciendo nuestros sus pensamientos:
"Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza...No se aparten de ti la bondad y la fidelidad; ponlas como collar en tu cuello y escríbelas en el libro de tu corazón...Feliz el hombre que ha hallado la sabiduría, dichoso el que adquiere la inteligencia...No existe perla más preciosa y nada de lo que codicias se le puede comparar (Prov 3,1-35).

Esta sintonía se refleja en un corazón atento y estudioso, como lo enseñaban los rabinos en estas palabras: "Hay cuatro tipos de discípulos: El que comprende con facilidad y difícilmente olvida; el que comprende con dificultad y fácilmente olvida; el que fácilmente comprende y fácilmente olvida; el que comprende con dificultad y difícilmente olvida. Su pérdida se cancela con su ganancia".

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