Yo soy Jesús el que tú persigues

Hechos de los apóstoles 9, 1-20 -Juan 6, 52-59

"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio", Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. Sal 116, 1. 2 Dispongamos nuestro corazón para dárselo a Dios como ofrenda de salvación para muchos porque Jesús resucitado nos invita a continuar su misión y nos pone como ejemplo a Paulo, que gracias a su docilidad a la Palabra, él puede dejar de perseguir a Jesús, porque comprende que Jesús está en cada hermano.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

La actitud con la que Jesús vivió siempre la misión, fue de una disponibilidad total a la voluntad del Padre, disponibilidad es lo contrario a la mediocridad, porque es una actitud de total donación de nuestro ser, el que me come vivirá por mí. Invirtiendo toda nuestra mente, todo nuestro corazón y todas nuestras fuerzas en realizar aquello que se nos confía. La mediocridad es poner reservas, condiciones, límites al realizar lo que se nos confía.

Vemos también la disponibilidad de Jesús al darnos toda su vida como don y alimento de Vida Eterna para todos los que creamos en Él El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. Más aún encontramos esta disponibilidad también en la misión tal como la vivió el apóstol Pablo; su disponibilidad al responder a la voz del Espíritu que le iba impulsando en cada momento y en cada circunstancia a la que se iba enfrentando.

No se conformaba con escuchar y entender lo que el Espíritu le decía, no dejaba a medias de responder a la voluntad del Espíritu, tenía la disponibilidad al instante y lo llevaba a cabo hasta el final.

Responder al Espíritu nos implica toda la vida. Necesitamos estar atentos a su voz, y disponernos a su gracia que nos capacita para responderle con todo nuestro ser.
“Yo soy Jesús, a quien tu persigues. Pero levántate…” (Hch 9,1-20). Jesús es fiel a sus Palabras y voluntad del Padre. Es de ahí de donde le viene la autoridad y la sabiduría, que dejaba cuestionados a los que le escuchaban: “Decían maravillados: ¿de dónde le viene a éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No se llama su madre María…? ¿De dónde le viene todo esto?” (Mt 13, 54,58). , le da una autoridad muy eficaz ante la opinión contraria de los que le escuchaban y esta fidelidad y eficacia de su Palabra sigue teniendo efectos en su Resurrección también, se va manifestando en su forma de vivir la misión con los que Dios le confiará también.

Vemos que en el encuentro de Jesús con Pablo, su Palabra y su gracia inciden tanto en el corazón y vida de Pablo, que le cambió totalmente el rumbo de su vida, de su voluntad y criterios: “Yo soy Jesús, a quien tu persigues”. Una conversión que casi fue un nuevo nacimiento, como si de Pablo hubiera salido otra persona que ya existía dentro de Saulo. La fidelidad de Jesús a su Palabra en la vida de Pablo es lo que genera esta conversión y saca la fidelidad que también vive San Pablo para realizar su misión: “Pero levántate entra en la ciudad y te dirán lo que debes hacer” (Hch 9, 10-20).

La misma fidelidad la vemos realizada en Ananías, al corresponder a visitar y bautizar a Pablo: “Vete, pues este me es un instrumento de salvación ante los gentiles” (Hch 19,15-120).

Pablo es convertido en un apóstol de las gentes, por la gracia de Dios y la cadena de sus fidelidades hasta llevar el Evangelio a todos. Ahora lo recibimos nosotros y nuestra fidelidad lo ha de llevar a otros que él nos confía...

Te pedimos Jesús la gracia de la disponibilidad radical, ágil y total a las insinuaciones del Espíritu para colaborarles y ser fieles en la en la misión. Y convertirme de un perseguidor en un apóstol.
Julia