PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

martes, 12 de mayo de 2009

El mundo ha de saber que Yo amo al Padre


Juan 14, 27-31.

"Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas"
Sal 144
Este salmo expresa la gratitud que el hombre debe tener hacia Dios, a mi me encanta, en la canción añade y que el respirar sea una alabanza a Dios, eso implica recordar todo lo que ha hecho Dios por cada uno de nosotros, y no te queda otra que alabarlo, decir hasta con tu respirar ¡gracias, Dios mío!


Aún en los momentos más difíciles, en las que buscamos a veces echar la culpa a alguien de nuestras desgracias o fracasos, al poco tiempo del accidente yo sentía que Dios me decía: ¡da gracias!, y yo me resistía porque ¿cómo que voy a dar gracias, si estaba inválida y me había arrancado de mi familia, del trabajo, de la comunidad, de mi casa?; pero con el tiempo entendí, que la culpa del accidente la tenía yo, por desoír al Espíritu Santo que por todos los medios me decía no hagas ese viaje, y encima de desobediencia me cuidó, me salvó, me dio tanto cariño a través de las personas, lloró conmigo mi dolor, de verdad entendí que mi vida debía de cantar como María las grandezas del Señor.

Porque ante esas circunstancias es saborear la Palabra, que te da paz, confianza y como el fundador de la Comunidad Verbum Dei, Jaime Bonet, dice: Al meditar la Palabra de Dios, no nos acercamos a algo frío, al contrario tiene un “carácter profundamente entrañable, como si uno percibiera el aliento y respirar suave, dulce y delicado de una madre, y el latido muy cálido de la entraña materna del Padre, así, debe haber sentido Jesús, María y todos los santos
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado."


Este es el mayor fruto de la Palabra en nuestras vidas: confianza y obediencia dentro de una cercanía entrañable, que es la paz que Jesús da y que no hay nada, ni nadie, que nos la quite,
Vivimos en un mudo doloroso, violento, injusto , pero a la vez grande y maravillosos, con grandes promesas, llena de alegrías en medio de lo sencillo, porque la Palabra de Dios genera en nuestro corazón confianza y obediencia que nunca defrauda ¿Quién que confío en el Señor quedó defraudado?.

Eso es lo que Jesús trata de decirnos, antes de subir al Padre, aunque Yo no esté, no pierdan la paz, por que Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Si hay algo que deseamos después de un encuentro vivo con Cristo es eso: vivir y hacer vivir. Marcar con nuestro testimonio que el Reino de Dios es una realidad, no una utopía; eso es comenzar a gustar de la fecundidad que da la Palabra que genera la paz que tiene un pequeño en los brazos de su madre. Una paz que sabe aguardar, que recibe con valentía lo que viene, que no se acobarda; siente el dolor, siente la injusticia, y eso puede rozar su piel, pero no se inquieta, no agrede porque: “Fiel es Dios en sus palabras y amoroso en sus acciones. El Señor sostiene a los que caen y levanta los ojos a los que se doblan”. Sal.145

Es esa la paz que favorece la Pasión y muerte de Jesús porque sabe que tiene al Padre de su lado y no lo dejará aunque las circunstancias parezcan adversas, Jesús ante todo nos quiere mostrar su Amor al Padre, a todos los hombres porque si amas como dice San Agustín, “Ama y haz lo que quieres” sólo un Amor tan grande al Padre puede llevarlo a las más grandes pruebas, porque este AMOR le da confianza, seguridad, paz.

El Señor nos regala como a nuestra Madre la audacia para vencer el mal a fuerza de bien (cf. Rom 12,12), para no vendernos ante la corrupción, para ser tan libres que podamos ser capaces de perdonar, amar, de levantar, de creer y de apostar por todos aquellos valores evangélicos por los que pocos apuestan: sea en nuestra familia, en nuestro trabajo o en la Universidad y decir con la firmeza de Jesús: Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»

Pedirle a Jesús ese amor al Padre, sobre todas las cosas y que fruto de este amor sea que el diablo ya no tenga poder sobre nuestro carácter, nuestro dolor, nuestras impaciencias, discriminaciones, perezas y que todo lo haga porque yo amo al Padre.
Julia

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