PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

jueves, 28 de mayo de 2009

Yo en ellos y tu en mí, para que sean completamente uno....

Yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, y sepan que tú me has enviado. Juan 17, 20-26


Gracias Jesús porque nos conoces y nos amas, sabes de dónde venimos y a dónde vamos, cuándo y por qué nos perdemos. Y por eso nos enseñas la Buena Nueva de nuestra vida. Nos has manifestado quién es Dios y quiénes somos nosotros. Es decir, nos das la Buena Nueva de una vida con sentido, donde las alegrías, los éxitos y también los momentos de sufrimiento y de dificultad son parte de ella (Hech 20,17-22). De una vida que lejos de estar deprimida, sabe llorar, sabe dolerse y sabe levantarse, aprendiendo a curar, a perdonar y a levantar la vida propia y la de los demás.

Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Jesús, en tus diálogos con el Padre, si había algo en lo que insistías mucho, es ser familia, ser uno, la grandeza de la comunión, del hogar. Y eso lo hiciste vida y anuncio para nuestra vida

Señor, creemos que la felicidad de un hogar está en que todos los hermanos y hermanas se amen entre sí. Que aprendan a jugar juntos, a defenderse, a conocerse, apoyarse y llevar las cargas juntos. Sabemos que los que nos rodean, Tú nos los confías, como dice Pablo: “Miren por ustedes mismos y por todo el rebaño, del que los constituyó pastores el Espíritu Santo” (Hech 20,28-38). Señor, esto no es tan sencillo ni espontáneo, por eso queremos pedirte lo que el salmista:

“Despliega tu poder, reafirma lo que has hecho por nosotros…” Sal (68). “Haz que seamos Uno, como ustedes son uno” (Jn 17,11-19). Haz Señor, que descubramos la grandeza de este anuncio: que debemos alegrarnos por los triunfos que consiga mi hermano, mi hermana en el apostolado, en el trabajo, en el estudio, en la casa. Porque también él, a su manera, trabaja por tu Reino, por mejorar el hogar, nuestro mundo como yo lo hago. Y así, cuando le salen bien las cosas, le salen también a ti y mí, y todo eso es para tu gloria. Tú Jesús siempre has velado por ello, incluso has pedido al Padre por nosotros, y nos “has encomendado a Él y a su palabra salvadora, la cual tiene fuerza para que todos crezcamos en espíritu y alcancemos la herencia prometida” (Hech 20,32).

Tú amas nuestras familias, a pesar de tantas heridas y divisiones, y es Tú presencia la única que nos ayuda a superar los problemas, a sanar las heridas y abrir caminos de esperanza. Que comprendamos que muchos vacíos del hogar pueden ser atenuados si nosotros somos también Buena Nueva.


“Yo les he dado a conocer tu nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos” (Jn 17,26).


El corazón de la religión es el amor. Estudio, investigación, saber y discusiones ayudan, sin duda, pero dejan frío. Lo sabes, lo sabes muy bien, por eso tu Buena Nueva es el “Amor”. Escucharte a ti Jesús, es conocer encontrar lo que más anhela nuestro corazón: “El amor”. Y como dice el Sal 62,13: “Tuyo es, Señor, el verdadero amor”. De hecho ese es tu mismo ser, tu esencia, tu definición (cfr. 1Jn 4,8), Tú eres el único amor puro y verdadero, firme y eterno. Podemos creer en el amor, porque creemos en ti.


Esa es la Buena Nueva que el mundo quiere escuchar, que quiere ver y encontrar. Hoy se cotiza tanto el amor Señor y la pena es que se vende a muy bajo precio y se denigra tanto… Pero todo eso que ves Señor, y que vemos habla de la sed, habla del deseo que Tú mismo has puesto en nuestro corazón. Tú eres el que satisface los deseos del corazón del hombre. Tú has hecho ese corazón (Sal 21; Gen 1,26), y sólo Tú puedes llenarlo.

Puedes hacerlo y de hecho los haces: “Tú eres mi Dios, mi felicidad está en ti. Los que buscan a otros dioses no hacen más aumentar sus penas…” (Sal 16). Eso es lo que pasa con nuestra vidas, con nuestras familias, con nuestros jóvenes, si no dan contigo Señor aumentan nuestras penas…


Pero lo peor Señor es que buscamos esos ídolos, buscamos esa felicidad que propone Hollywood, esos héroes y hogares que alcanzan la felicidad entera… Señor por eso, nuestras palabras hoy no son jactancia, sino plegaria; no son constancia de victoria, de que todo lo tenemos conseguido, de que ya te conocemos y tratamos… No Señor, enséñanos a orar, a conocerte, a tratar contigo, a disfrutar del amor que Tú nos brindas hasta que puedas ser nuestro lote, nuestra heredad (Sal 16).

Hemos de rezar por la unidad de la Iglesia, y también por nuestros pastores, para que sean fieles a la doctrina del evangelio y cuiden su unión con los demás obispos y con el Papa. La comunión no sólo nos mantiene firmes en la unión con Jesucristo, sino que, además, impide las desviaciones doctrinales, evita los peligros del orgullo y es fuente de enormes alegrías, porque expresa el poder del Evangelio. Aún hoy percibimos heridas contra la unidad de la Iglesia. Hemos de pedir a Dios que nos enseñe a amarla más y a ser dóciles a la acción del Espíritu Santo para contribuir a su crecimiento.

Nota: Sacado de pautas Semanales del Verbum Dei-México

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