La Oración: Transformación por el diálogo con Dios.

Éxodo 3, 1-10

“Moisés cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián”

Muchas veces sentimos que hacemos las cosas de otros, el ser empleado, el pagar alquiler de una casa, el no tener algo propio, y nos pasamos así la vida, sin algo que verdaderamente nos pertenezca, no somos los únicos, Moisés también vivía eso, quizá porque no le quedaba otra, por varias razones, pero también viviendo esa situación de trabajar para otros.

“Una vez llevó las ovejas muy lejos en el desierto y llegó al cerro de Horeb, esto es, el Cerro de Dios”.

Si tuvo que llevar a las ovejas lejos era porque cerca no había alimento, y dado que las ovejas eran su responsabilidad, “como sea” tenía que alimentarlas, cuántas veces los jefes abusan de su autoridad diciendo “tienes que terminar esto como sea”, y ahí no importa si tienes que trabajar sábados, domingos, o amanecerte y dejar de pasar tiempo con tu familia, la responsabilidad tienes que cumplirla si quieres comer, lo que en palabras más cortas se llama explotación, también la vivía Moisés,

“Entonces fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él, como una llama ardiente en medio de una zarza. Moisés estuvo observando: la zarza ardía, pero no se consumía. Y se dijo: «Voy a dar una vuelta para mirar esta cosa tan extraordinaria: ¿por qué la zarza no se consume?»”.

Uno tiene que ser curioso, y fijarse en los detalles, porque Dios se manifiesta en nuestro trabajo, en los gestos alegres, en todas las acciones con amor, pero si no estamos atentos a esos pequeños detalles, no lo podremos ver, a pesar de estar bajo gran presión.

Moisés si tuvo la delicadeza de darse cuenta del detalle de la zarza que no se consumía, y a pesar de que se le podían perder las ovejas, o ser atacadas por el lobo, o que si mientras más se demore más tarde llegaría de regreso a casa para dormir, en medio de todo eso supo darse un tiempo para atender y disfrutar los pequeños detalles de la vida, eso es fruto del don de la sabiduría.

“Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios lo llamó de en medio de la zarza: «¡Moisés, Moisés!», y él respondió: «Aquí estoy.» Yavé le dijo: «No te acerques más. Sácate tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada.»”.

Dios se manifiesta en los hechos cotidianos, y lo hace siempre demostrándonos su amor, en la Biblia llamar a alguien diciendo su nombre dos veces es símbolo de cariño, confianza, como un amigo que ves después de tiempo, y a pesar de ser la primera vez, Dios siempre se manifiesta como lo que es: Amor, sólo hay que saberlo reconocer.

“Al instante Moisés se tapó la cara, porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios. Yavé dijo: «He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos.

Yo conozco sus sufrimientos, y por esta razón estoy bajando, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí a un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo los egipcios los oprimen.

Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel»”.

Dios tiene un proyecto especial con cada uno: “He visto la humillación de mi pueblo”, “He visto la explotación en tu trabajo”, “He visto la corrupción en tu universidad”, “He visto el rencor en tu familia”; Dios ve muchas situaciones en la cuales nos envía a liberar.

Y…”¿Porqué confías en nosotros?”, pregúntale, ¿A qué situación me envías a liberar?, ¿De verdad te puedo ayudar en eso?, dale tus peros, como se los dio Moisés, pero deja que Dios los responda, como se lo hizo a él, y si nos sentimos pequeños, Dios nos dará a Aarón, que muchas veces es la comunidad, en la cuál podemos encontrar los lazos humanos de Dios para poder sobrellevar esta situación, no solos, sino con Dios, para darle a sus hijos que son nuestros hermanos, una vida más justa y digna, una vida acorde con su dignidad de Hijos de Dios.

Dante