PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

miércoles, 3 de junio de 2009

El que ama tiene Vida eterna


Sal 25, 8-9; Mc 12,18-27

“Porque el Señor es recto y bondadoso indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos” (Sal 25, 8-9.)

Señor, hazme caer en cuenta de la profundidad de tus palabras. No son sólo palabras de consuelo, a quien sufre o pasa una penalidad. Son palabras de verdadera renovación, nos enseñan a levantar la mirada, a valorar nuestra pequeñez y luchar contigo por una nueva humanidad.

Tú sabes que ante las dificultades y las situaciones tan duras y dolorosas que hay en nuestras familias, y en tanta gente alrededor nuestro, siempre te pedimos insistentemente un cambio, una transformación. Nos respondes asegurándonos que eres Tú mismo quien nos escuchas, nos fortaleces y nos indicas el camino para colaborar contigo para que ese cambio se realice.

Vas renovando la humanidad desde nuestra vida. Como sucedió con Tobit y Sara: estaban sin esperanza; incluso Sara había pensado en suicidarse, pero se volvió a ti, y Tú Señor renovaste su fe, y la impulsaste a renovar la fe de tantos que van sin sentido ni esperanza: como ella iba (Tob 3,1-11.16-17).

Quien se deja impulsar por ti Señor, puede llegar a ver la verdad, descubre lo que es acertado en cada momento, se ve impulsado a abrirse a las nuevas situaciones, a no absolutizar lo relativo, a no estancarse en el pasado ni a instalarse en lo conocido.

Tú nos llevas a renovar la humanidad desde nuestra vida. Providencialmente tu presencia nos convierte en discípulos, en hombres y mujeres abiertos y arriesgados para la misión, dispuestos a secundar tus iniciativas e insinuaciones (cf. Hch. 10, 33), y a seguir creyendo en la humanidad.

Por la Palabra de Cristo, en el evangelio nos habla de la realidad de la resurrección y las propiedades de los cuerpos resucitados, en el encuentro de Jesús con los saduceos, quienes, mediante un caso hipotético rebuscado, le presentan una dificultad acerca de la resurrección de los muertos, verdad en la cual ellos no creían.

Le dicen que, si una mujer enviuda siete veces, « ¿de cuál de ellos [los siete esposos] será mujer?» (Mc 12,23). Buscan, así, poner en ridículo la doctrina de Jesús. Mas, el Señor deshace tal dificultad al exponer que, «cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12,25).

Y, dada la ocasión, Nuestro Señor aprovecha la circunstancia para afirmar la existencia de la resurrección, citando lo que le dijo Dios a Moisés en el episodio de la zarza: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», y agrega: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Mc 12,26-27).
Ahí Jesús les reprocha lo equivocados que están, porque no entienden la Palabra, ni el poder de Dios; es más, esta verdad ya estaba revelada en el Antiguo Testamento: así lo enseñaron Isaías, la madre de los Macabeos, Job y otros.

Nosotros, lejos de dudar de las Escrituras y del poder misericordioso de Dios, adheridos con toda la mente y el corazón a esta verdad esperanzadora, nos gozamos de no quedar frustrados en nuestra sed de vida, plena y eterna, la cual se nos asegura en el mismo Dios, en su gloria y felicidad. Ante esta invitación divina no nos queda sino fomentar nuestras ansias de ver a Dios, el deseo de estar para siempre reinando junto a Él.

Qué bueno es tener un Dios que no es Dios de muertos, sino de vivos. Alegra el alma y nos llena de esperanza, sólo de pensar que no moriremos para Él, aunque nuestro cuerpo esté sin vida, porque el que cree en Él, goza la vida eterna aquí y ahora, se vive cuando se ama y eso en nosotros es principio, camino y final de nuestra Vida, por la Palabra que hemos recibido en Cristo, Jesús; pidámosle que esto lo vivamos día a día en compañía de uestra buena Madre.

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