PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

lunes, 6 de abril de 2009

He aquí a mi siervo a quien sostengo

Isaías 42,1-7

El Señor está más cerca, muy cerca de Jerusalén, y nos invita a ser partícipes de su Vida y de su Amor, nos hace acercarnos a su corazón bondadoso que no piensa en sí mismo, a pesar de la situación en que se encuentra, de miedo ante quienes apedrearlo, darle muerte antes de llegada a su hora, a mi encanta el Capitulo 13, [1] Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo, retrata muy bien el alma de Jesús, llega la hora de ir al Padre, porque ha cumplido su Misión, tal como el Padre le ha encomendado, pero su preocupación ahora, ¿quién continuará la misión? ¿Quién será capaz de amar como Él ama? En ese entonces se fía de sus discípulos, pero ahora nos encarga a nosotros y nos dice:
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará ni clamará, no hará oír su voz en las plazas, no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea.

El Señor, por su bondad para conmigo, me ha considerado digno de confianza para ser su Apóstol. Me ha considerado fiel, capaz de instruir y de formar a otros.
¿Fiel? Sólo El es fiel. Pero por su amor, me ha llamado y se ha comprometido a sostenerme, aunque sabe bien que le fallo cada día. Y está ilusionado, muy convencido de que me hará llegar a ser su Apóstol.
Me hace partícipe de su misión de sanar los corazones destrozados, de devolver la libertad a los oprimidos (Lc 4,18). Más aún, de resucitar a los muertos dándoles la vida.
A mí que, como Pablo, no soy demasiado de fiar -pecador, blasfemo, perseguidor...- me ha tratado con misericordia. Ha volcado en mí su generosidad, y me ha llenado de fe y de amor. Así, del mismo modo que Él me trata a mí, puedo yo tratar a mis hermanos.
¿Me doy cuenta de lo que tú intentas, Señor, y me pongo en camino? ¿Disfruto por lo que haces y te lo agradezco?
El Señor me ha llamado a formar discípulos que le sigan, que le reproduzcan, en su vida y en su misión de dar Vida a otros.
Los que me confía no es, que sean ya amigos de Dios y que tengan una vida limpia. Más bien son personas que están en situaciones muy duras, que internamente les rompen. Lo que se me pide es que les ayude a salir de esa situación de esclavitud, a un espacio abierto, de libertad y de vida, a un terreno de reconciliación y de amistad con Dios No se trata de ahorrarles la conflictividad de la vida sino ayudar a que, en medio de esa conflictividad, vivan con el Espíritu de Dios.
He de acompañarles en un proceso de transformación para que, en lugar de vivir acomodados a los criterios del mundo, renueven su mente según la forma de pensar de Dios. Y que lleguen a sentir según siente Cristo para que puedan vivir como El.
Ayudarles a hacer ese camino, me supone cuidar mucho una vida de escucha a Dios, no sólo durante el tiempo de la oración, sino a lo largo de todo el día. Necesito una vida vivida a profundidad, en la convivencia a solas con Él, en lo más hondo de mi mismo, ahí donde escucho y obedezco su voz, para ayudar a mis hermanos a vivir también así.
Como Jesús, que vive amando a los suyos toda su vida, poniendo todo en juego para que no se perdiera ni uno solo de los que el Padre le había dado.
Me llama a ser un pastor que no busca su propio beneficio sino el de los demás: que ama de forma incondicional; que acepta y acoge profundamente al hermano en sus límites, con ese amor paciente, que todo lo cree, que todo lo disculpa, que todo lo espera, que todo lo soporta, y que, por eso mismo, le capacita para amar (1Co 13,7).
Me llama a ser un pastor que acompaña, que ilusiona, que trata con cuidado, que levanta, que carga sobre sí al otro... que se acerca desde la sencillez que proclamará la justicia con firmeza, no titubeará ni se doblegará, hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza.
Esto dice el Señor Dios, el que creó el cielo y lo extendió, el que dio firmeza a la tierra, con lo que en ella brota; el que dio el aliento a la gente que habita la tierra y la respiración a cuanto se mueve en ella: “Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llame, te tomé de la mano; te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”.
La misión, el Plan de Salvación es el mismo quien nos lo confía, yo siempre me he preguntado ¿Qué tengo yo Señor para qué te fíes de mi? Pero ante tanta bondad también me sale decirle de todo corazón ¿Cómo te pagaré Señor todo el bien que me has hecho? Sólo siendo un siervo fiel y en continuo dialogo con tu Palabra, para hacer lo que Tú realmente quieres, como Jesús que hace sólo lo que ve hacer al Padre y habla sólo lo que el Padre quiere que diga.
Madre querida, enséñame a ser fiel a la Palabra con la bondad y sencillez que el Padre nos da a través de Jesús. Dime Madre cómo lo hiciste Tú para hacerlo yo también.

Julia

No hay comentarios: