El Dios de la Vida y el Amor nos llama cada día y nos invita a seguirle, él se hace nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Se hace nuestra verdad, para que acogiéndola en nuestra vida nos vaya liberando desde dentro, es él quien nos hace libres.
“Entonces conocerán la verdad y la verdad lo hará libres”
(Jn 8, 32)
Jesús que es la palabra encarnada, hecha vida, quien nos muestra el camino para llegar a ser seres humanos auténticos, realizados, personas felices, pero para llegar a esto necesitamos dejarnos liberar por él.
Jesús me invitaba en esta semana a contemplarle, me invitaba a fijar los ojos en él, en su forma de vivir, de pensar, en su forma de interpretar la realidad, que para nosotros en muchos momentos es la verdad., sin embargo para Jesús la verdad es la realidad y sus posibilidades.
Jesús desea que en nuestro diario vivir contemos con su presencia, esa presencia que acompaña, que fortalece, que impulsa siempre a ir a más, presencia que transforma nuestra vida y nos va haciendo semejantes con aquel con quien compartimos nuestro diario existir.
“Por eso, nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona.”
(Hebreos 12, 1-2)
Corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante, es decir, Jesús tiene preparado para cada uno una misión preciosa, y lo más grande es que desde lo que somos y tenemos le podemos responder, por eso no poner la mirada en aquello que nos paraliza o que nos roba la esperanza o alegría, como dice una canción que a mí me gusta mucho:
....atrévete a soñar a ir más allá de la evidencia, que te roba la esperanza, paraliza tu corazón, que te ciega la victoria y el amor....yo he vencido al mundo.... sino fijar nuestra mirada en él, él nos capacita y nos regala todo lo que nuestra vida necesita para llegar hasta el final, lo único que nos dice es:
”permanece en mí” (Jn 15, 5), para que pueda llegar a ser nuestro compañero de camino.
Fijar la mirada en él significa no sólo contemplarle y admirarle, sino dejar que su vida nos hable y estar dispuestos a dejarnos transformar por él.
Margarita Rodriguez.
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