PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

martes, 9 de marzo de 2010

SEREMOS SEMEJANTES A ÉL

Seremos semejantes a Él, irradiaremos su gloria
Filipenses 3,17-21

Hoy el Señor, nuestro Dios y Señor nos propone de irradiar su gloria a través de nuestras acciones, y la Cuaresma nos llama a la conversión, porque la Palabra de Dios así nos lo propone. Hasta en dos ocasiones dice Jesús: “si no se convierten…” en un tono un tanto serio, para hacernos caer en la cuenta de lo importante que es vivir en actitud de conversión, de querer cambiar el corazón, todos los días de nuestra vida. A pesar de “lo buenas personas que somos”, siempre hay algo que mejorar.
Por ello nos propone a irradiar su gloria ¿cómo? Cambiando de actitud, si nos pusiéramos frente a un objeto, varias personas, supongamos frente a un edificio, desde diferentes ángulos, todos lo veríamos de diferentes maneras, sólo, lo verá exactamente lo que es, el que está frente al edificio. Cada uno podríamos expresar una percepción distinta del edificio. Sin embargo, el edificio no cambia, sigue siendo el mismo.
Algo parecido nos pasa en esta Cuaresma y el querer mostrar la gloria de Dios, vemos a Dios de una determinada manera, que en muchos aspectos no coincide con lo que Jesús nos ha mostrado del Padre. Nosotros, seguimos viendo “el edificio” de manera parcial. Así seguimos viendo a Dios de manera parcial y en ocasiones preferimos quedarnos con nuestra visión parcial de Dios, que hacer el esfuerzo de descubrir su verdadero rostro. Y ese esfuerzo de querer dar con el verdadero rostro de Dios, es lo que llamamos conversión.
El camino de conversión comienza por desinstalarme de mi “cómoda posición” para caminar hacia la posición que me permita ver el edificio, de frente y descubrir su verdadera identidad. Hace falta cambiarse de sitio y colocarse de frente a Dios, como Jesús, desde su propia perspectiva para descubrir el rostro de un Dios que ve la opresión de su pueblo, oye sus quejas y mueve los corazones de sus hijos, como lo hizo con Moisés y con tantos otros, para liberarlos y “llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel”. Hace falta mirar la vida con los ojos de Jesús para descubrirle que podemos vivir entre las personas, amando, perdonando, consolando, animando…
Eso quería decir Jesús cuando decía “si no se convierten…”. Si no nos convertimos, si no cambiamos nuestro corazón, si no nos quitamos los “viejos clichés” sobre Dios y hacemos el esfuerzo de “cambiar de posición” para descubrir su verdadero rostro, no podremos vivir la experiencia de un Dios que nos quiere profundamente y que desea nuestra felicidad por encima de todo y lo hace a través de su Palabra (oración- diálogo diario de tú a tú con Dios) que nos acerca más a esa experiencia de amor y amistad que él nos ofrece. Si esto lo llevamos adelante, la consecuencia será que irradiáremos el rostro de Dios a través de la ayuda a los demás, especialmente a los que más sufren y a los más necesitados. Sentiremos esa misma experiencia de Moisés que, después de encontrarse con Dios en la zarza y descubrir su verdadero nombre, salió en ayuda de su pueblo y lo rescató de la esclavitud de Egipto.
Hoy en día seguimos necesitando ser rescatados de muchas cosas que nos continúan “esclavizando”.
Y Jesús lo que pide de nosotros es conversión, es cambio de actitud, cambio de manera de pensar de Dios, lo primero. Y con eso cambiaremos de manera de ver a los demás.
Esta conversión a veces no se perfila con claridad sólo de modo progresivo, después de un largo camino. Sólo después de muchas experiencias llega por fin a comprender qué es lo que quiere Dios de nosotros, cuál es el objetivo de su llamada. A diferencia de otros, que desde el principio, tienen claro el objetivo de su conversión, como Pablo.
Y no se perfila con claridad, nuestra conversión cuando en nuestro trabajo de todos los días, en nuestras relaciones sociales, en nuestra vida familiar cuando nos hemos convertido en el centro y queremos que todos giren en torno nuestro, que nos sirvan. Estamos sumergidos en los clichés, tales como la "utilidad", la "rentabilidad. Valoramos lo práctico, lo útil, lo que es rentable. Nos hemos instalado en la mediocridad. ¡Y ni siquiera nos molesta! Hemos acabado acostumbrándonos a ella, como termina uno de acostumbrarse a una vieja prenda o a un zapato viejo. Se nos ha dado casi todo, pero... ¿Estamos irradiando la gloria que Dios espera de nosotros? Irradiar la gloria de Dios significa justamente lo contrario. Es estar pendiente de quien necesita algo de ti: una palabra, un gesto, una parte de tu tiempo... estar disponible, ser servicial, pensar en los demás, ser capaz de amar al otro sin exigir respuesta...
Pidamos a María aceptar que nuestro crecimiento espiritual, requiere de mucha paciencia. Quien no ama la vida no tiene paciencia con ella. Dios es el gran paciente porque es el amor y fuente de toda vida. Que como Ella podamos irradiar la gloria de Dios amando a nuestros hermanos, tal cual y como Dios lo ve.

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