PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

martes, 9 de marzo de 2010

Dios Padre sale al encuentro

Dios Padre sale a nuestro encuentro por medio de su Palabra
Lucas 15,20, Hebreos 4,12

"Su padre lo vio y sintió compasión". El amor entrañable del Padre divisa, a lo lejos, la figura de su hijo. Sólo el amor ve a tanta distancia. Y sólo el amor siente compasión: "¿No es Efraím para mí un hijo predilecto, o un niño mimado, para que después de cada amenaza deba siempre pensar en él y por él se conmuevan mis entrañas y se desborde mi ternura?" (Jr 31,20).
"Cuando todavía estaba lejos". En el camino de vuelta al Padre hay un progresivo acercarse, vislumbrar y tender la mirada lo más lejos posible, lo más que lo permita el horizonte. Cuando tú, como hijo perdido, todavía no ves al Padre, por la misma lejanía, por tus ojos debilitados o ciegos, por tu cansancio o por tu anemia y por lo lastimado que estás por el pecado, Dios ya te ve. Te ve a lo lejos. El ve si te sientas o te levantas, si caminas o si estás acostado pues conoce bien todos tus pasos (Sal 139,1-18).
"Corrió a echarse a su cuello". El corazón del Padre intuye el cambio de su hijo y no puede dejar de amarlo, como dice la Palabra: "De lejos Yahveh se le apareció: "Con amor eterno te he amado por eso prolongaré mi favor contigo" (Jer 31,3), pues he llegado a ser un padre para Israel y Efraím es mi primogénito (Jer 31,9). ¿Has sentido alguna vez esa carrera vertiginosa del Padre hacia ti? Tú que sientes tanto vacío de amor, pon tus ojos en la carrera de Dios de la cual tú eres su meta, su prenda, su premio, su razón para vivir, su gozo, y déjate buscar, encontrar, abrazar.
"Lo abrazó". Mientras el hijo camina lentamente, por su falta de vitalidad, y por la debilidad en la que ha caído, el Padre bate su record de velocidad. Tiene vértigo hacia el más miserable de sus hijos y el más necesitado y por eso, corre a abrazarlo. ¿Nunca te has sentido abrazado efusivamente por este Padre? El abrazo de Dios quema, sana tus heridas, te devuelve el vigor, te hace seguro en los brazos de la misericordia y te hace decir: "¿Qué Dios hay como tú, que aguanta la falta de respeto y que perdona la desobediencia de su grupo escogido? ¿Quién como tú, que no se enoja por mucho tiempo, pues te gusta perdonar?" (Mi 7,18).
"Y lo besó efusivamente". El beso es un signo del perdón (2Sam 14,53). ¡Recupera la confianza! Mira que, el Dios que no te abandona ni te abandonará te dice: "Ya que a ti te llamaban la Abandonada, nuestra presa de quien nadie se preocupa yo voy a devolver el vigor a tu cuerpo y voy a sanar tus llagas...los multiplicaré en vez de disminuirlos, los honraré en lugar de humillarlos (Jer 30,10-20) ¡Déjate amar por el amor entrañable de Dios!
¿Crees que por su entrañable amor, Dios sale a BUSCARTE cada vez que te pierdes?
¿No sé si alguna vez se han preguntado por qué es tan importante la Palabra de Dios, ustedes que dicen?...
Dios ha querido salvar al hombre por medio de su palabra. Le ha dado a su palabra un poder incomparable, porque él mismo es la Palabra (Cfr. Jn. 1,1); y en la figura del Padre que sale a la búsqueda del hijo. El Padre dialoga mucho con sus hijos. La cuestión es: ¿Le escuchan los hijos con verdadera confianza?
Por la Palabra comunicamos nuestro sentir, pensar, querer. Según como yo diga algo eso transmito. Por ejemplo, si hablo con ánimo contagio ánimo, si rencor, rencor, si alegría, alegría, etc. Si esto es la palabra humana qué será la Palabra de Dios?.
Lo que Dios quiere al salir Él a nuestro encuentro que su Palabra nos transforme en amor, en un amor capaz de perdonar al enemigo, al que te hace daño.
Sólo a través del diálogo con Dios, llegamos a un encuen­tro amoroso con él y con nuestros hermanos.
La Palabra de Dios integra nuestra afectividad, tantas veces herida. El, Jesús, la Palabra hecha carne ordena orien­ta nuestra afectividad al mejor camino, que es al amor fraterno.
Mamá, enséñame a escuchar al Padre, y a obedecer su Palabra para aprender amar como Ël ama a todos los hombres.

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