PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

miércoles, 17 de marzo de 2010

¡Alégrense! Mi hijo ha vuelto

¡Alégrense! Mi hijo ha vuelto
Lucas 15,11-24

"Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la propiedad que me corresponde”. Y el Padre la repartió entre ellos" (Lc 15,11-12). Así es Dios con cada uno de nosotros. A todos nos pertenece algo, si bien nada tenemos que no hayamos recibido (1Co 4,7). Nosotros disponemos de ello, porque somos libres, libres de multiplicar los talentos recibidos o de echarlos a perder (Mt 25,15-30).

"Pocos días después, el hijo menor reunió todo lo que tenía, partió a un lugar lejano y allí malgastó su dinero en una vida desordenada" (Lc 15,13-16). El desorden en el amor, propio del pecado, conduce inevitablemente a la pérdida del amor y a una dolorosa experiencia de escasez, de carencia, de pobreza, hambre y profunda insatisfacción. El pecado nos convierte en pordioseros, sin más horizonte que el de "ir tirando", en un ambiente hostil, privado de todo, como forasteros, viviendo bajo el signo de la maldición (Sir 12,6).
"Fue entonces cuando entró dentro de sí y se dijo: ¡Cuántos trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre" (Lc 15,17-19). ¡Qué fuerte es el contraste de vida entre estar cerca de Dios o lejos de Él! ¡Recuerda, también tú tienes experiencia de haber estado mal fuera de Dios!
Cuando más te has alejado de El más fuerte ha sido tu insatisfacción hasta el punto de caer en la desesperación total de una vida sin sentido. Pero has sido alcanzado por su misericordia y has deseado volver a El ¡Es pura gracia de Dios, añorar al Padre, sentir nostalgia del hogar, decidir regresar y decir: Volveré a mi Padre y le diré...! (Lc 15,18). La conversión tiene su punto de partida en ese dolor que sentimos al estar lejos de Dios.
"Partió, pues de vuelta donde su padre" (Lc 15,20a). La decisión se convierte en acción, cuando realmente partes y efectivamente te pones en camino. La conversión exige un cambio, un levantarte, un dejar esta situación que te estaba robando la Vida, el Amor y la posibilidad de ser hijo y de vivir en el ambiente de hogar para el que fuiste creado.
"Su padre lo vio y sintió compasión". El amor entrañable del Padre divisa, a lo lejos, la figura de su hijo. Sólo el amor ve a tanta distancia. Y sólo el amor siente compasión: "¿No es Efraím para mí un hijo predilecto, o un niño mimado, para que después de cada amenaza deba siempre pensar en él y por él se conmuevan mis entrañas y se desborde mi ternura?" (Jr 31,20).
"Corrió a echarse a su cuello". El corazón del Padre intuye el cambio de su hijo y no puede dejar de amarlo, ¿Has sentido alguna vez esa carrera vertiginosa del Padre hacia ti? Tú que sientes tanto vacío de amor, pon tus ojos en la carrera de Dios de la cual tú eres su meta, su prenda, su premio, su razón para vivir, su gozo, y déjate buscar, encontrar, abrazar.
"Lo abrazó"."Y lo besó efusivamente son signos del perdón. ¡Recupera la confianza! Mira que, el Dios que no te abandona ni te abandonará, se preocupa por ti y dice: yo voy a devolver el vigor a tu cuerpo y voy a sanar tus llagas...los multiplicaré en vez de disminuirlos, los honraré en lugar de humillarlos (Jer 30,10-20) ¡Déjate amar por el amor entrañable de Dios!
¿Crees que por su entrañable amor, Dios sale a BUSCARTE cada vez que te pierdes?
"Entonces el hijo le habló..." (Lc 15,21a). Ante tanto amor del Padre, hasta el más pecador y el más alejado de Dios empieza a hablar. Las palabras de arrepentimiento que va a pronunciar son las que pensó decirle al Padre, desde que estaba lejos de El (Lc 15,18-19), pero la efusividad del Padre, le favorece este diálogo. También tú, sea cual fuere tu pasa-do, ¡habla con el Padre! Lo que le vas a decir es importante, pero no tanto, como el hecho de hablarle.
"El Padre dijo a sus servi¬do¬res..." (Lc 15,22). El hijo, al pedir perdón, podría esperar escuchar del Padre, una fórmula o una expresión que hubiera elaborado en su larga ausencia, como lo hizo él. Pero el perdón del Padre no es una palabra, que por suave que fuera, lastimaría al hijo, y lo volvería a remitir a su pasado. Su perdón son obras que desbordan de alegría y de generosidad.
Es inmenso el contraste entre la idea del hijo: volver como jornalero, y la idea del Padre: tratarlo como hijo. Con el vestido de fiesta le da una alta distinción; con el anillo le transmite plenos poderes; y con el calzado, lo eleva a ser un hombre libre. El hijo no debe andar más tiempo descalzo como un esclavo.
"Comamos y alegrémonos, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo he encontrado" (Lc 15,23-24). En un fuerte contraste entre el hambre que pasa fuera de casa y el banquete de fiesta que se le prepara, el hijo se reincorpora a la comunidad. Su regreso y el nuestro son festejados por el Padre y por todos los que están en su casa.
"Y se pusieron a celebrar la fiesta". Esta fiesta comunitaria es la celebración de la conversión, del regreso del hijo, pero ante todo, de la bondad de Dios, que nos ama con un amor que nos devuelve la dignidad perdida. ¿Cómo expresar la alegría ante un hijo que estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado? ¡No cabe más que fiesta!
¿Crees que por su entrañable amor, el Padre sigue haciendo fiesta por tu encuentro?
Somos cristianos en la medida que reproducimos en nuestra vida las actitudes de Cristo. Sea quien sea el que está perdido, no podemos marginar, rechazar, ni discriminar a nadie, sin dejar de ser cristianos, pues lo que nos identifica es tener un corazón entrañable con todos como el mismo Jesús que acoge siempre al pecador y hace fiesta por que ¡ESTABA VIVO! Y de esa alegría todos debemos disfrutar.
Mamita María, Madre de la alegría, ayúdame a celebrar con sincero corazón la vuelta al hogar del Padre, mi vuelta y la vuelta de tantos hermanos que con mi Vida y mi Palabra volverán al Padre.
"Años y años esperándote llevo
y una vez y otra vez, en esta espera,
granó el trigo y floreció el almendro
y una vez y otra vez, por si vinieras,
me asomé por las tardes al sendero...
y no obstante seguiré esperando.
Y todavía, mientras que te espero,
procuraré que haya flores en tu campo
y luz en tus auroras y frutos en tu huerto".
(José Mª Pemán)

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