PAUTAS DE ORACIÓN

El objetivo de este Blog es ofrecer a las personas que deseen aprender a orar con la Palabra: Pautas de oración.
Desde nuestro encuentro personal con la Trinidad y con María, deseamos que se contagien y deseen tambien hacer una oración contemplativo - Apostólica, que les lleve a anunciar la Buena Nueva.
Es propio de nuestro Carisma escuchar la Palabra, Asimilarla, Vivirla y Anunciarla.

sábado, 27 de febrero de 2010

La transfiguración

La Transfiguración del Señor.
Primera Lectura: Génesis 15: 5-12, 17-18
Salmo Responsorial: Salmo 27: 1, 7-8, 8-9, 13-14
Segunda Lectura: Filipenses 3: 17- 4: 1
Evangelio: Lucas 9: 28b- 36

¿En cuántos periodos de nuestra vida hemos creído estar despiertos frente a la vida y a todo lo que nos rodea, cuando en realidad hemos estados sumergidos en un profundo sueño? Vivimos en un tiempo en el que es tan fácil auto adormecernos para que erróneamente nos olvidemos de nuestro dolor, nuestras carencias, nuestra falta de amor, nuestra soledad y nuestro pecado. Y así adormecidos vamos por la vida como muertos andantes. Vivimos por vivir. Sin ganas. Sin sueños. Sin sentido. Nuestras relaciones interpersonales son meramente superficiales. Nos cuesta o no sabemos perdonar. Desterramos a Dios de nuestro corazón y nos inventamos otros dioses que nunca llegan a satisfacer nuestro corazón. Y esta insatisfacción nos atormenta, nos aterra, y nos aniquila poco a poco hasta convertir nuestro corazón en un corazón de piedra.

En este segundo domingo de cuaresma, la invitación a despertar de nuestro profundo sueños es bastante clara. En el evangelio de este domingo, Jesús sube a un monte a orar y su apariencia cambia drásticamente; de repente, Moisés y Elías se hacen presentes, y finalmente, desde una nube una voz proclama: “Este es mi Hijo, Mi Elegido; Escúchenlo”. Pedro, Juan y Santiago están con Jesús cuando esto ocurre. Y a pesar de que casi dormidos del cansancio, se despiertan y logran ver y escuchar los prodigios que están ocurriendo en ese momento. Si los discípulos se hubieran quedado dormidos, no hubieran podido ser testigos de esta manifestación de Jesús.

La palabra clave a reflexionar en este caminar de la cuaresma es despertar. Dios nos está hablando al corazón, susurrándonos con dulzura: ¡Despierta! Abre los ojos y descubre cuanto te amo!

Pero ¿cómo mantenernos despiertos en esta sociedad nuestra tan llena de sedantes y falsos dioses? La respuesta incluye dos pasos propios de toda conversión cristiana: Vigilar para mantenernos despiertos y dedicar el tiempo para orar, para hablar con Él. Solo una vida de diálogo con Dios con la Palabra nos ayudará a crear ese balance saludable de todas las áreas de nuestra existencia que nos mantendrán despiertos, tan despiertos que seremos capaces de ver el sin fin de maravillas que Dios ha realizado y continua realizando en nuestras vidas y podremos ver con los propios ojos el inmensurable amor que El siente por nosotros. Seamos como Pedro, Juan y Santiago. Ellos resistieron la tentación de quedarse dormidos.
La Transfiguración nos dice de cómo serán nuestros cuerpos cuando seamos resucitados al final del tiempo y al comienzo de la eternidad, porque en ese momento maravilloso seremos transformados, seremos también transfigurados.
Es lo que nos dice San Pablo en la Segunda Lectura (Flp. 3,17 - 4,1). Nos habla del momento de cuando vuelva Jesús del Cielo, en que “transformará nuestro cuerpo miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo”.
También nosotros hemos de ser convencidos que no hay resurrección sin muerte, no hay transfiguración sin cruz, no hay gloria sin negación de uno mismo. Justo una semana antes de este milagro, Jesús había dicho, “no sólo a sus discípulos, sino a toda la gente: ‘Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y sígame ... porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?’” (Lc. 9, 23-25).
San Pablo también nos habla sobre el apego a las cosas de esta vida en la Segunda Lectura: los que viven “como enemigos de la cruz de Cristo, acabarán en la perdición, porque su dios es el vientre ... sólo piensan en las cosas de la tierra”.
Pero, volvamos a la escena del Evangelio. San Pedro, el impetuoso y resuelto, como estaba tan encantado con la visión divina de Jesús, propone quedarse allí, y se apresura a ofrecer construir tres tiendas: una para Jesús, una para Moisés y otra para Elías. “No sabía lo que decía”, nos comenta el Evangelio.
Y ¿qué sucede, entonces? “No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió y ellos al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo”. Por cierto ese “miedo”no es propiamente miedo, sino ese temor reverencial ante la presencia de Dios que sobrecoge. Es la misma nube que en otros pasajes de la Escritura (cfr. Ex. 19 y 1 Re. 8, 10) indica la presencia majestuosa y omnipotente del Padre. Y sólo se oyó su voz: “Este es mi Hijo, mi escogido. Escúchenlo”.
Es decir, en cuanto Pedro propone quedarse en lo agradable de la vida del espíritu, cuando pide quedarse sobre el Monte Tabor gozando de los consuelos espirituales, Dios mismo interviene y le responde diciéndole que escuche y siga las enseñanzas de su amado Hijo.
Porque escuchar a Cristo es seguirlo a Él en todo. Sea en el Calvario y en el Tabor. Sea en las penas y en las alegrías. Sea en los triunfos y en los fracasos. Sea en lo fácil y en lo difícil. Sea en lo agradable y lo desagradable. Sea en los aciertos y en los errores cometidos. Todo, menos el pecado, es Voluntad de Dios. Todo está enmarcado dentro de sus planes. Y sus planes están dirigidos a nuestro máximo bien que es nuestra salvación y futura resurrección al final del tiempo.
Pidamos a María, que nos acompañe en nuestro caminar y seguir fielmente lo que Jesús nos dice en su Palabra, para con Él resucitar.

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