Me ayudaba hacerme consciente de que, en este rato de oración, me encuentro frente a la fuente del Amor que es Dios mismo; quizá porque aún resuenan en el ambiente los ecos de la celebración de ayer, día del amor y la amistad y en este contexto, me resultaba muy grande, escuchar de parte de nuestro Dios, la invitación de Isaías 55, ven aliméntate, recibe sin pagar trigo y leche que no se agotan, recibe gratuitamente el alimento que sacia las ansias de tu corazón, recibe de mí: el amor, la ternura, la fidelidad, la paz, la compañía, etc. Volvía a reconocer, desde la fe, que el Señor tiene poder para colmar las ansias de nuestro ser y para hacernos surtidores de vida y amor parta nuestro mundo, para el concreto que palpamos cada día.
Nuestro Dios, a lo largo de el ciclo que estamos terminando, nos ha invitado a ser hijos como Jesús y ello implica reproducirle, no tanto externamente, sino en su intencionalidad, sin duda esto repercute, necesariamente, en nuestra vivencia exterior, se trata, pues, de reproducir a Jesús en su deseo de que todos conozcan y amen al Abba, al Padre bueno y que, haciendo esa experiencia de amor, tengan vida en abundancia. Se trata de prender en nosotros la necesidad de que cada hermano conozca, personalmente, el Amor de nuestro Dios. De ahí que esta mañana le pedía al Señor, con mucha necesidad, despierta en mí, en nosotros, nuestro ser misionero; porque tú nos lo has dado, cuando nos has concedido la gracia de conocerte o reconocerte en
Se me hacia muy fuerte constatar, que Dios nos ha constituido testigos cualificados, para ponernos delante de los suyos, habiendo sido lo que fuimos y siendo quienes somos, como señala el evangelio nos ha puesto como luz de las gentes. Me ayudaba escuchar a Dios mismo hablándonos con las palabras de Pablo a Timoteo, en 1Timoteo 4,12b-14:
“Sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio”
Me resultaba muy bonito, encontrar mucha ternura de parte de Dios, estas palabras no son una orden, un mandato coercitivo, frente al cual uno pudiera experimentar rebeldía. Se trata del pedido de un amigo, que desea nuestra felicidad y nos invita a vivir como hijos amados del Padre, siendo testimonio de amor, de fe, de pureza, de una vida en compañía. El Señor nos envía a prepararle el camino; “mientras voy”, mientras tu hermano se abre a mí, persevera en la palabra, aliméntate para tener el alimento a punto, da la palabra que está siendo vida para ti, no descuides el don; el carisma que te he confiad, a través de quienes estaban delante de ti, ahora eres tú quien está al frente de muchos.
Realmente me estremecían estas palabras de Dios, que nos ratifica su confianza, escuchaba que me decía: yo te escogí y no me he echado para atrás, a pesar de ti misma, que muchas veces sientes que no puedes, que no eres digna o que no sabes como llegar a los míos, yo creo en ti y en ti pongo mi esperanza. Ante tales palabras de del Señor, ¿Quién podría decirle que no, quien podría ser indiferente?
El Señor, a través de las palabras de san Pablo nos anima, porque el ser discípulos y misioneros de Cristo en nuestro mundo, no es cosa fácil, en verdad nunca lo ha sido, pues se trata de ir en contra corriente y ello supone la cruz, la persecución. Sin embargo, cualquier sufrimiento vivido por el evangelio no es estéril, redunda en vida, para nosotros y los hermanos.
“tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”
El apóstol Pablo se pone delante de nosotros como testigo, invitándonos a reconocer que se puede reproducir a Jesús, en su urgencia por transmitir el amor del Padre, en su deseo de hacer que la vida y la libertad alcance a cada hijo de Dios:
Tras escuchar las palabras del Señor y el testimonio de San Pablo, le pedía a
Hna. Pilar
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