Martes 18 de Diciembre del 2007
En este tiempo de adviento Dios me invitaba a la esperanza, a creer que mis sueños y deseos más profundos, se pueden hacer realidad.
Lo único que necesitamos para que nuestra vida llegue hasta el final, con todos sus planes y proyectos, es escuchar la voz de nuestro Dios, en el silencio de nuestro corazón, en el a solas con él, creyendo y confiando que él desea lo mejor para nuestra vida, y que su palabra, su voluntad, se irá manifestando en las circunstancias que vivimos, pero también a través de nosotros mismos, de nuestras intuiciones, que es la forma en la que Dios también nos habla, y es aquí donde creo que más necesitamos aprender a discernir junto con él, lo que más le conviene a nuestra vida y de las vidas que Dios pone en nuestras manos.
Dios es un padre que nos quiere no sólo ver felices, sino realizados, maduros, personas que han madurado en el amor.
"Que el señor los haga crecer más y más en el amor que se tienen unos a otros y en el amor para con todos, imitando el amor que sentimos por ustedes."
(1tesalonicenses 3, 12)
Cuando Dios entra en nuestra vida, toca toda nuestra humanidad, nuestra historia, y en ella, nuestras heridas. El va a la raíz de aquello que en muchos momentos nos impide amar, darnos a los otros, aceptarlos, asumirlos. Desde la experiencia de que Dios primero nos asume, nos ama, nos acepta, el nos invita a continuar la cadena de amor con los otros, empezando por los más cercanos, que es nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, de estudio. Nos invita a dar testimonio del amor que hemos recibido, con nuestra vida y actitudes, que es a final de cuentas lo que más convence.
"Que él los fortalezca interiormente para que sean santos e irreprochables delante de Dios, nuestro padre, el día que venga Jesús, nuestro señor, con todos sus santos
(1 tesalonicenses 3, 13)
Yo en estas últimas semanas he experimentado que en el encuentro con Dios, en esos momentos de oración y silencio, él renueva mis ilusiones, mis sueños, y me regala fuerzas, energía para seguir caminando, en este peregrinar que es nuestra vida y la esperanza no falla, porque estamos en sus manos.
Dios es un padre que nos quiere no sólo ver felices, sino realizados, maduros, personas que han madurado en el amor.
"Que el señor los haga crecer más y más en el amor que se tienen unos a otros y en el amor para con todos, imitando el amor que sentimos por ustedes."
(1tesalonicenses 3, 12)
Cuando Dios entra en nuestra vida, toca toda nuestra humanidad, nuestra historia, y en ella, nuestras heridas. El va a la raíz de aquello que en muchos momentos nos impide amar, darnos a los otros, aceptarlos, asumirlos. Desde la experiencia de que Dios primero nos asume, nos ama, nos acepta, el nos invita a continuar la cadena de amor con los otros, empezando por los más cercanos, que es nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, de estudio. Nos invita a dar testimonio del amor que hemos recibido, con nuestra vida y actitudes, que es a final de cuentas lo que más convence.
"Que él los fortalezca interiormente para que sean santos e irreprochables delante de Dios, nuestro padre, el día que venga Jesús, nuestro señor, con todos sus santos
(1 tesalonicenses 3, 13)
Yo en estas últimas semanas he experimentado que en el encuentro con Dios, en esos momentos de oración y silencio, él renueva mis ilusiones, mis sueños, y me regala fuerzas, energía para seguir caminando, en este peregrinar que es nuestra vida y la esperanza no falla, porque estamos en sus manos.
Margarita Rodriguez.
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