Mc 7, 31 - 37
“Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y dando vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de Decápolis, allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo apartó de la gente le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó su lengua en seguida levantó los ojos al cielo y dijo:
¡Effetá! que quiere decir ¡Abrete! al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó hablar correctamente.”
Comenzaba la oración dándole las gracias y pidiéndole perdón al Señor, gracias por el nuevo trabajo que me estaba regalando, perdón por haber dudado de su amor hacia mi pues estaba tan preocupada por la ausencia de trabajo que le pedía al Señor que me diera un trabajo, llegue al extremo de comparar al Señor con un hombre común y corriente y le decía que no me sentía protegida ni querida por El, que si estuviera casada estaría mejor cuidada y protegida.
Pero esta semana me dio el mejor de los regalos me dio lo que en este momento necesitaba: en la oración el Señor me decía que eso era parte de la naturaleza del ser humano, que nos llevamos por lo que vivimos, que necesitaba que aprendiera a escuchar su Palabra que era lo único que me ayudaría a abrir mi mente y el poner mi confianza en El para poder creer que El vive conmigo cada día, y escuchar su Palabra me dará la vida y la vista para poder ver al otro como hermano y ayudar a nuestro Dios a que nuestros hermanos también puedan escuchar y amar a este Dios que esta tan dispuesto a darnos la vida.
Liliana Farro
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