Hay adviento allí donde hay una mirada al futuro. Cuando nos quedamos mirando sólo al tiempo pasado llegamos a volvernos incapaces de dar un rumbo a nuestra vida, como también sucede al manejar un auto: no es posible conducir hacia delante mirando sólo el espejo retrovisor. Y la vida, queramos o no, sigue, va hacia delante. El adviento es mirada hacia lo que viene.
Pero no esperamos cualquier clase de día. Los días no vienen por sí solos. Hay Alguien que nos envía los días que vienen, hay Alguien que le da color y calor a
Podemos decir más: Aquel que con su palabra que anuncia un futuro es Aquel que con su palabra selló con su promesa nuestro pasado.
¿Y qué anuncia Dios para ese tiempo nuevo? Con ser tan breve el texto de la primera lectura, hay por lo menos cuatro cosas que encontramos ahí. Dios anuncia el restablecimiento de
Iª Tesalonicenses (3,12-4,2):
La segunda lectura nos ofrece un perfil interior del alma cristiana en actitud de genuina esperanza. Entresaquemos algunos rasgos que servirán para nuestra propia preparación espiritual en este adviento: el amor mutuo. Y esto es interesante, porque de entrada quita la idea de una esperanza individualista, que sólo puede ser hija de una falsa idea de la salvación como un acto que sucede en solitario, aislado de la comunidad: "Dios y yo en una botella." Toda esperanza genuina brota del deseo de un bien que nos llega de
La segunda enseñanza del apóstol es la sobriedad. La conciencia del retorno del Señor es una invitación a tomar en serio toda su palabra, todo su legado, toda la fuerza de su luz. Es hacer conciencia de la gracia que ha bendecido nuestro pasado y la gloria que él anuncia para nuestro futuro.
Lucas 21,25-28.34-36
El evangelio, por su parte, nos trae el llamado apremiante de Cristo, de ahí aprendemos varias cosas. Primero, que el adviento es algo más que la preparación para recordar
Aprendemos también en este evangelio que, así como hay una historia marcada por la esperanza, que es la de los genuinos creyentes, hay también "historias", en un plural de disolución y confusión, que van selladas por la distracción y la dispersión. Cristo es claro: "el exceso de comida, las borracheras y las preocupaciones de la vida" pueden atontarnos, dispersarnos, distraernos hasta un punto en que ya no reconocemos ni la presencia de sus bendiciones ni la promesa de su salvación. Para quienes llegan a este estado, el retorno de Cristo será como una "trampa."
De ahí los dos grandes consejos que protegen el don de la esperanza: orar y vigilar. Si recordamos, fueron también las dos recomendaciones de Cristo en el Huerto de Getsemaní. Aquella ocasión nos decía: "vigilad y orad" (Mc 14,38); hoy nos dice: "estén atentos, pues, y oren en todo tiempo" (Lc 21,36). Hay algo profundo aquí: el adviento de
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