“Aun no he alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: Olvido lo que dejé atrás y me lanzo hacia adelante corriendo hacia la meta para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.
Así debemos pensar los que somos maduros…de todas maneras desde el punto adonde hayamos llegado, sigamos adelante
Filipenses 3,12
Meditando sobre la actitud del Apóstol, expresada en estos versículos me interpela e impacta la constatación del cristocentrismo de Pablo, siempre tan claro y evidente: Cristo Jesús, su conocimiento, la configuración a su muerte y a su resurrección, el ardiente deseo de “darle alcance” a él del que siente que ha sido definitivamente “aferrado”, el Apóstol sólo quiere, junto con los destinatarios de su carta, proseguir la carrera hacia la meta propuesta.
El ejemplo de Pablo es una fuerte y apremiante interpelación a mi vida de cristiana, de discípula de Jesús Maestro, un interrogante sobre cuál es el “eje”, el núcleo, en torno al cual gira mi existencia, mi vida, consagrada por el Bautismo.
Hna Concepción.
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