PODEMOS
SER MISIONEROS PORQUE ÉL NOS SOSTIENE
Isaías
42,1-4
He aquí a mi siervo a quien
sostengo, mi elegido, al que escogí con gusto. He puesto mi espíritu sobre él,
y hará que la justicia llegue a las naciones. No clama, no grita, no se
escuchan proclamaciones en las plazas.
No rompe la cañada doblada ni
aplasta la mecha que está por apagarse, sino que hace florecer la justicia en
la verdad. No se dejará quebrar, ni aplastar, hasta que establezca el derecho
en la tierra.
Gracias mi Dios y Señor, por
sostener mi vida, en tus manos de Padre, me siento como un niño confiado,
porque me elegiste con gusto, me pensaste desde toda la eternidad y con amor me
has amado desde el inicio de los tiempos, tu amor es eterno hacia mí y a toda
la humanidad. Tu mirada de Padre, nos hace ver la cantidad de hermanos, a
quienes por justicia, les corresponde saber que también son amados por ti y que
también los sostienes, para que no caigan en la tentación de sentirse
abandonados y que van por este mundo a la deriva.
Tú nos has elegido a todos, y
¡con gusto! No somos fruto de la casualidad, ni del azar, si no que tú has
planificado nuestra vida con amor, para vernos crecer, desarrollarnos y madurar
en la fe que tú has dejado en nuestro corazón y por eso has puesto, tu Espíritu
sobre cada uno de nosotros, para sabernos que somos tus siervos.
¿Qué es ser tu siervo? Cuando
Jesús preguntó a sus discípulos ¿Qué dicen ustedes, quién soy? Cada uno dio su
opinión, según sus intereses o clase social, Unos dicen; que eres el Mesías (Mc
15,9.32) otros dicen que eres el santo de Israel (Mc 1,24); otros que eres
profeta, y muchas cosas más; pero ninguno lo que realmente era lo que Jesús
quería oír: Tú eres el siervo, que nos vas a enseñar a ser, el pobre de Yavé, el que es servidor del Padre para
salvar a sus hermanos, hay que sentirse pobre para acercarnos a las intenciones
de Jesús, como María ¡He aquí la esclava del Señor! Fue de ella quien aprendió
el camino del servicio.
La mirada de Jesús, es de
compasión hacia un pueblo sufrido, como el que nos rodea, desfigurado por el
pecado, maltratado y silenciado, como son nuestros hermanos que no tienen voz,
ni voto en ninguna parte y de los que nadie se acuerda, o de aquellos que son evitados por nosotros
mismos y a veces tan cerca de nosotros y nosotros viviendo en la indiferencia.
¿Cómo llegar a ellos
mostrándoles el rostro de Dios? ¿Cuál es el camino para volvernos a ellos? Es
con los ojos fijos en Jesús, el que no consigue penetrar en el virus actual de
la violencia, sino que es el justo y justo es aquel que se hace siervo para
rescatar al mundo y su programa es Lucas 4,16-21; con el fin de atraer a todos
los hijos al hogar del Padre.
Jesús es el hermano mayor que
se hizo siervo, entregó todo lo suyo, se vació de sí mismo, para rescatar a todos
sus hermanos de la esclavitud de la ley, del racismo, de las ideologías
imperantes y hasta de una religión opresora, para que podamos vivir en
fraternidad y acoger a los que no tenían lugar en la convivencia humana: a
prostitutas, pecadores, herejes, paganos, leprosos, a los marginados y pobres
de la tierra.
Jesús, como nosotros, si lo queremos y
creemos en Él, que nos llama a su misma misión, es el siervo sostenido por el
Padre y llevado de su mano hasta dar la
vida por rescatar a los demás. No hay amor más grande que dar la vida por
nuestros hermanos. Y como Jesús promoveremos
el derecho restableciendo el equilibrio de las relaciones de los hombres con
Dios y de los hermanos entre sí. No quebraremos la caña, tendremos compasión de
los que están quebrados o que vacilan; pero tampoco vacilaremos ni nos
dejaremos quebrar, es decir seremos como Jesús radicales en la obediencia al
Padre, en nuestra misión.
Pidamos a María, nuestra mamita, que nos
enseñe a ser el siervo de Yavé, que rescata a sus hermanos.
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